Al fin las trompetas anunciaron el regreso de la caballería real, entre sus filas con heridas pero triunfante se encontraba aquel a quien tanto extrañaban algunos y tanto enviaban otros pocos. El día anterior, Ángela y Juan habían estado charlando por horas... O, mejor dicho, Ángela charlaba y Juan escuchaba, sobre lo emocionada que estaba de ver de nuevo a Olliver, de lo que le cocinaría para recibirlo, el vestido que usaría... Juan sólo escuchaba con atención y se imaginaba lo feliz que lo haría ser tan especial para alguien. Los dos soñaban despiertos, cada quien en su propio cuento de hadas.
Juan, que tenía corazón de condominio, se encontraba en La Taberna de La Raspa como de costumbre, bebiendo mientras lloraba su último fracaso amoroso. Podía haber esperado cualquier cosa menos lo que le ocurrió. Al volver a su morada, ya un poco ebrio y somnoliento, se percató de una menuda silueta que junto a su puerta se mojaba inmóvil, ocultando su rostro bajo las sombras de su capucha. Se acercó lentamente, incrédulo pero seguro que era la mismísima Ángela Groselle. Mayor sería su sorpresa al descubrir la razón de aquella visita. Le saludó, la invitó a pasar y le ofreció una manta. Aún sin decir palabra alguna, Ángela se levanta lentamente y se acerca sin titubear hacia Juan (cada vez más confundido). No recordaba una sola vez que se haya sentido tan nervioso y tan feliz al tener entre sus brazos a una mujer y, mientras seguía debatiendo consigo mismo si esto estaba realmente ocurriendo o había bebido demasiado, los labios de ella se encuentran con los suyos fundiéndose en un beso que bien pudo haber sido fugaz o eterno, para él fue simplemente el paraíso, fue lo más hermoso que había sentido jamás. Sus labios se separaron pero los brazos de ambos seguían firmemente asidos al cuerpo del otro mientras las lágrimas hacían su entrada triunfal.
Sir Olliver Fender había vuelto con una noticia importante y horrible que dar a la joven Ángela Groselle: En sus viajes había conocido y enamoradose de otra mujer. No dijo nada más, y no volvió jamás. La descepción y el dolor que sintió le afectaron más de lo que pudo darse cuenta, y sin realmente comprender lo que ocurría buscó refugio en los brazos de aquel que había estado con ella tanto tiempo, siempre fiel y amable. Buscó en él aquel amor que le había sido arrebatado sin compasión, y lo encontró sin problemas.
A pesar de saber que esto no podría terminar bien, Juan Corazón de Porcelana decidió acallar la voz de la razón y seguir sus deseos sin importar las consecuencias. Le han enseñado a tener fé, esta vez lo haría.
Las noches que pasaba con ella eran como un sueño hecho fantasía. Ver su rostro al despertar era lo más maravilloso que le había ocurrido. Cuando estaban juntos no había nada más que importara, se convertía cada quien en el escape del otro. Como era inevitable, Juan se entregó por completo desde el primer día a pesar de que ella rogaba mantener su romance en secreto, pues su padre no lo permitiría jamás. Cuando ella podía se veían aunque él no tuviera oportunidad, y muchas otras veces se quedaba esperando la nota que no llegaba en toda la noche.
Por su parte, Ángela se sentía cómoda junto a Juan, pero nadie debía saberlo... Tal vez ni siquiera él mismo. Nada más que una amistad es lo que había entre ellos... Lo que hicieran no cambiaba esto pues no ha dejado ni dejará de amar a otro hombre, ese hombre con quien se imaginaba todas las noches que pasaba con su amigo íntimo. Los dos sabían esto, pero nunca lo hablaban, era algo en lo que no les gustaba pensar. La ignorancia es dicha algunas veces.
Pero no, no puede ocultarse el sol con un dedo. Y cuando menos lo esperaban se quemaron los ojos, al darse cuenta cada quien de su realidad: Él se sinceró al fin consigo y entendió que no era más que un consuelo, un refugio para ella y no había nada más que los uniera... Se sintió usado. Ella se sinceró al fin consigo y entendió que jamás podría tener con él lo que nunca tuvo con su caballero en armadura brillante... Se sintió desnuda. Con lágrimas en las mejillas y heridas en el corazón decidieron que lo mejor sería dejar de verse, hasta que pudiera ella amar de nuevo, amar a alguien más. Por su parte él decidió esperar a que las heridas de ella sanaran, decidió estar ahí de pie esperando tomarla en sus brazos para hacerla sentir viva de nuevo.
Al cabo de nueve meses Ángela y Juan se encuentran. De nuevo la silueta junto a la puerta de aquella pequeña choza a la luz de la Luna. El corazón de porcelana latió emocionad, pero pronto se dio cuenta que algo no estaba bien al verla eludir sus labios, algo ha cambiado...
Así, mientras él se hunde más y más en su gran tarro de cerveza barata y flores marchitas, ella continúa viviendo un sueño del que despertará tarde o temprano. Juan Corazón de Porcelana continúa buscando un amor; Ángela Groselle continúa inventándose el suyo.