Carta de despedida

Aquí está de nuevo este pensamiento.
Justo cuando crees que lo has superado ataca de nuevo, y cada vez con más fuerzas... Peor aún, cada vez parece ser lo más sensato.
Me ataca y trato de combatirlo diciéndome que hay mucho por lo cual negarme a él... Pero de pronto me encuentro engañándome a mí mismo. Antes creía que sólo los cobardes aceptaban el viaje, ahora creo que no lo he hecho precisamente por cobarde. Mi novia imaginaria no me extrañaría, mis leales amigos tendrían algo más sobre lo cuál conversar y algo de qué reirse en las borracheras, mis pseudoamigos dirían "Caray, qué pena" y seguirían su camino. Mi familia y otras personas que sí me aprecian... Tal vez ellos sí desearían que hubiera elegido otra puerta, pero con el tiempo lo superarían. Así sería mejor para todos.
Los animales parecen tener un mejor criterio al respecto, deberíamos aprender más de ellos antes de considerarles inferiores a nosotros: El enfermo, el anciano y el inadaptado no pueden seguir a la manada.
Así que no debería seguirme aferrando a estupideces: La escuela simplemente no es para mí, no doy el ancho; no puedo pensar en un trabajo para el que sea realmente capaz y en donde no sienta que tan solo estoy ocupando el lugar de alguien mejor que yo. Mis dedos son torpes, ni siquiera puedo pensar en ser músico por más que ame la música. Tampoco tengo la voluntad necesaria para seguir algún camino espiritual, la fé no es lo mío. Incluso lo único que me podría persuadir, lo que me ha privado de todo lo anterior, el absurdo pensamiento de encontrar a alguien a quien amar y que me corresponda, alguien que llegue y me abrace sólo por que lo desea, alguien que sin miedo me diga lo que siente y lo que quiere, que se estremezca al igual que yo al vernos a los ojos, alguien a quien pueda ciegamente entregar mi alma y mi cuerpo... Incluso eso me parece cada vez más lejano, sólo un trazo más entre miles, sin significado ni una razón, tan sólo manchas ocupando espacio en vano en un lienzo que bien pudo haber contenido una sola pieza, sencilla pero hermosa y llena de vida. Eso pudo haber sido tan sencillo, pero fui muy tonto para darme cuenta a tiempo; ahora es ya muy tarde para dar marcha atrás, es momento de aceptar que todo ha sido un error desde el principio.
No hay razón para seguir con este sufrimiento, con esta humillación, con esta constante frustración y el cúmulo de opiniones y sentimientos amarrados a la estatua de mi caracter mientras se hunden en el mar congelado de mis lágrimas anónimas.
He pensado esto muchas veces antes, y me doy cuenta al fin que es el momento. He dado todo lo que puedo aunque no he recibido todo lo que esperaba y ya no lo tolero más. He abierto todas las puertas que pude ver, pero hoy cruzaré la última de ellas. La puerta que estaba ahí todo el tiempo y que siempre traté de evitar.
Cada letra me lleva más cerca de ese momento, el momento en el que las estrellas dejarán de brillar para mí y que se llevará para siempre el dolor y la angustia. El momento culminante de veinte años de nadar en el lodo, de caminar desnudo en la nieve, guiado solamente por las voces en mi cabeza que me atormentaron a diario.
Al fin seré libre de este asqueroso mundo y libre de mí mismo: Mi único amigo y peor enemigo.
Si hay algo después de esto, los veré después... Si no lo hay, simplemente adiós.


El ordenador estaba encendido reproduciendo música, la puerta estaba cerrada y la luz apagada. Todo parecía normal.
Esta nota fue encontrada en un cuaderno sobre su cama, abierto justamente en esa página. Sobre éste estaban la pluma con que fue escrita la nota, un cigarrillo de marihuana a medio fumar y una navaja para afeitar teñida totalmente de rojo. Él estaba acostado en la alfombra con los brazos extendidos, desde sus muñecas emanaban dos largos ríos carmesí. Tenía los ojos cerrados, había lágrimas secas en sus mejillas y una leve sonrisa se dibujaba en sus labios.

Todo parecía normal... Pero en realidad nunca lo estuvo.